A pesar del invierno, los granos que sembré en la hija de la tierra están creciendo por todas partes. Sus manos se llenan de plantas de avena y sus pies de plantas de cebada, su vestido es el menos poblado, pero en sus ojos y bocas hay trigo. Los tejidos poco a poco desaparecen, convirtiéndose en un paisaje de montañas verdes. En este momento ella está rodeada de lodo que gracias a las lluvias constantes, llenan inevitablemente mis zapatos de lodo cuando me paseo a su alrededor.
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